Típico jueves por la tarde. Deberías estudiar para un exámen
pero tu mente está en otro lugar. Lo intentas. Otra vez. Nada.
Odio esos días. Esos días en los que tienes tantas cosas que
hacer pero no puedes porque no puedes evitar pensar. Tu cabeza va más allá y no
puedes controlarla. Somos humanos, las máquinas más perfectas… aunque a veces
somos tan insignificantes como una lombriz.
Resulta curioso, podemos hacer cuanto queramos, entre unos límites
claro, pero hay momentos en los que no somos capaces de hacer absolutamente
nada…
Hoy era un día de esos, no puedes dejar de pensar en algo,
algo que es totalmente absurdo, o quizá no lo sea pero sabes que debería de
serlo… pero aún así no puedes evitarlo. A veces son personas, otras veces
cosas, problemas, situaciones… entran en tu mente y no se dejan escapar. Mires hacia
dónde mires verás algo que tenga que ver con eso que pasa por tu cabeza loca.
Esta vez se trataba de una persona, una persona casi
insignificante, no había tenido mucha transcendecia en mi vida pero parecía por
un momento que fuese la persona más importante del mundo. Por más que lo
quisiese entender no tenía ningún sentido pensar en ella… era inútil, absurdo y
loco. Pero no podía parar… sólo habíamos estado juntos en dos ocasiones, nos
habíamos visto muchas otras pero nada especial. Sin embargo en esas dos
ocasiones me había hecho sentir verdaderamente bien. Sin conocernos de nada,
sin tapujos, siendo abiertos y hablando de todo, de nuestra vida, de la música…
toda una caja de sorpresas que no esperaba encontrar.
Ahora lo pienso más detenidamente, esto no tenia ningún
sentido. Es como una de esas historias fugaces que se recuerdan con alegría
pero sin más. Pero ahora parecía que yo lo recordaba demasiado… y eso me
gustaba, me gustaba y me asustaba al mismo tiempo. Era una sensación extraña
que no lograré explicar… simplemente… añoranza.
With love, from Budapest*